Sobre Núcleo Interno de la Tierra
Por Marco Hernandez
A veces, el interés de alguien en determinado ámbito de la ciencia termina llevándolo por senderos inesperados y hasta insólitos. ¿Quién podría creer que sería una mujer que desarrolló habilidades numéricas, la cual se había dedicado en su campo profesional inicial a las ciencias actuariales y los seguros, terminaría descubriendo las pruebas de la existencia de un núcleo interno en la tierra?
Inge Lehmann nació en el distrito de Østerbro, Copenhague en 1888. Hija de un psicólogo experimental, Inge desde pequeña tuvo acceso a una educación progresista la cual estimuló en ella el interés por la matemática. Se matriculó en la Universidad de Copenhague para estudiar matemáticas aunque tuvo que abandonar al poco tiempo.
En 1910 entró a estudiar a la Universidad de Cambridge, aunque por problemas de salud constantemente abandonaba los estudios, lográndose graduar finalmente en 1918. En ese periodo trabajaba para una oficina de actuarios, donde desarrolló habilidades de cómputo y análisis de datos para modelos de riesgo en empresas de seguros, demostrando una inmensa capacidad numérica.
Luego de terminar su maestría en matemáticas y trabajar unos años con seguros, Inge se volvió asistente de un conocido geodesta llamando Neils Erik Norlund. Su trabajo principal era ayudar en la calibración de estaciones sismológicas. Este trabajo le impulso a obtener su título de geodesta y a partir de 1928 hasta 1953 se encargó del Departamento de Sismología del Instituto de Geodesia de Dinamarca.
En 1929, un importante terremoto tuvo lugar en Nueva Zelanda. Lehmann lo estudió y se sorprendió al comprobar que, justo en el otro extremo de la Tierra y en una zona que debería ser “zona sombra”, se llegaron a detectar ondas P producidas por ese mismo terremoto. En cambio, las ondas S, que no viajan a través de líquidos, no llegaron hasta allí. Como consecuencia de esto, la sismóloga concluyó que en la Tierra existe un núcleo interno sólido al que le rodea un núcleo externo líquido. En 1936 publicó el documento que selló su lugar en la historia de la geofísica. Conocido simplemente como «P’» (P-prima), contenía la descripción de una nueva discontinuidad sísmica en la estructura de la Tierra, que ahora se conoce como la discontinuidad de Lehmann, separando el núcleo externo del núcleo interno.
A pesar de ser una científica reconocida, Inge Lehmann reconocía que no lo había tenido nada fácil. Creció atendiendo a una escuela mixta, algo que no era demasiado habitual por aquella época. Cuando salió de la institución, se encontró de bruces con un mundo que le hacía de menos por ser mujer. “No se han reconocido diferencias en el intelecto entre mujeres y hombres, un hecho que me trajo bastantes decepciones más tarde en la vida cuando tuve que comprobar que ésta no era la actitud general”, decía Lehmann a una historiadora en 1980.
Durante años sucesivos, Inge Lehmann no desistió y siguió trabajando en su campo, aunque no era la persona más diplomática. De hecho, se le atribuye una cita bastante reveladora: “Deberías conocer a muchos hombres incompetentes con los que he tenido que competir… en vano”. Fue galardona con los premios más prestigiosos de su ámbito profesional, siendo la primera mujer en ganar la medalla William Bowie, reconocimiento equivalente al premio Nobel en el área de Geofísica. En 1997, la American Geophysical Union estableció la Medalla Inge Lehmann en honor a “destacadas contribuciones a la comprensión de la estructura, composición y dinámica de manto y el núcleo de la Tierra”.
Inge murió en 1993, a los 104 años de edad, luego de una vida completa dedicada a la ciencia, en la cual prácticamente se le fue entregado todo reconocimiento académico posible. Un colega suyo, el Dr. Niels Groes dijo: “Un día en el hospital, Inge nos dijo que todo el día había estado pensando acerca de su propia vida y estaba contenta. Había sido una larga y rica vida llena de victorias y buenos recuerdos. La vida adulta de Inge se caracterizó por el trabajo duro, una rutina arrolladora, un esfuerzo científico magnífico y, por último, un gran aprecio a la academia”